Tras una gran semana en Sidney, llegamos a Melbourne, con el plan, a todas luces corto, de pasar allí un par de días.
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Polly Woodside. |
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Un antiguo almacén al lado de Polly Woodside. |
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Luna Park. |
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Luna Park. |
Melbourne no te enamora a primera vista como su prima y rival Sydney; su atractivo no resulta tan evidente. La ciudad necesita ser vista de otra forma; su encanto no radica en grandes paisajes o edificios, si bien raya a buena altura en ambos. Hay que mirar en sus callejones; en las esquinas de las que Sidney ni se preocupa, Melbourne muestra todo su potencial. Es una ciudad de cultura, moderna como pocas, especial como casi ninguna. La punta de lanza es Brunswick, una calle de los suburbios con una concentración de locales, restaurantes y tiendas con la que Londres, Barcelona o Madrid ni siquiera sueñan. Sólo por esta zona merece la pena la visita.
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Brunswick. |
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Brunswick. |
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Brunswick. |
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Un garito de Melbourne. |
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Chinatown. |
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Local de música en directo en Brunswick. |
Pero hubo más. Coincidió que uno de los dos día fue el Anzac day, día de los veteranos de guerra y fiesta nacional del país. Fue interesante ver su desfile, así como disfrutar de la final de fútbol australiano que tenía a toda la ciudad en vilo.
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Desfile del Anzac Day. |
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Viendo el partido con Asier. |
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Disfrutando del desfile. |
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