miércoles, 19 de enero de 2011

Día 6: Harajuku y el Golden Gai (15/01/2011)


El sábado fue un gran día. Y una gran noche.
El día lo empezamos en Harajuku, un barrio muy popular entre la gente joven de la ciudad, lleno de tiendas de ropa original, cines y restaurantes baratos. Parece ser que hay muchas chicas en Tokio descontentas con la vida que llevan que se crean una especie de alter ego, caracterizándose en las tiendas de este barrio y más tarde desfilando por él. Las tiendas sí las vimos, pero la mayoría de las chicas que nos cruzamos (y fueron muchas) no llamaban especialmente la atención. Quizás no supimos encontrar su zona.


Foto: Calle de Harayuku.
Foto: Edificio de Harajuku.
Foto: Tienda de Harayuku.

Al lado de Harajuku hay un parque, el Meiji-jingu, perteneciente hace tiempo al emperador, que esconde algún que otro templo y mucha simbología espiritual. En uno de ellos tuvimos la suerte de poder observar de cerca el inicio de una boda, aunque por las caras que llevaban todos parecía otra cosa.
Foto: Monumento en el parque.
Foto: Hay que purificarse con agua antes de entrar en el templo.

Foto: Boda tradicional japonesa.

Ya anocheciendo nos acercamos de nuevo a la locura de Shinjuku. En este barrio notas como tus sentidos se embotan, llegando a una especie de saturación de ruido y luces. Tiene su encanto, pero hay que estar hecho de una pasta especial para poder aguantarlo cada día.

Foto: Shinjuku de noche.

Buscando huir de todo aquello nos metimos en un pequeño local que una vez dentro vimos que era coreano. Pedimos una sopa de curry y una ración de carne especiada que debías hacértela tú mismo en la mesa, utilizando para ello un cubo lleno de piedras al rojo vivo. Una auténtica delicia.

Foto: Cocinando la carne al estilo coreano.

Foto: Sopa coreana.
Y tras la cena vino lo mejor. Si estábamos en Shinjuku no era sino para tomar unas cervezas en los antros del Golden Gai, unos minúsculos locales apiñados en varios callejones oscuros algo apartados de las calles principales. 
Foto: Los callejones del Golden Gai.
Estuvimos en cuatro locales diferentes, pero si hubiéramos podido habríamos entrado en todos. En el primero conocimos a Justin, un estadounidense casado con una japonesa que estaba en la ciudad por negocios. 
Foto: Tomando una cerveza con Justin.
En el segundo estuvimos riéndonos un rato con los espontáneos cantantes de karaoke. 

Foto: Los cracks del karaoke.
En el tercero nos recibió a solas la dueña, una simpática señora amante de los gatos que nos invitó a varios aperitivos y con la que compartimos una botellita de sake. 

Foto: Bebiendo sake con la amante de los gatos.
Y en el último, un garito punk, nos divertimos con el camarero y con un simpático australiano que había venido al país en busca de nieve. Para recordar.

Foto: Entrada del garito punk.
Foto: El camarero.

Interior del local.

domingo, 16 de enero de 2011

Día 5: Volvemos a Tsukiji (14/01/2011).

Teniendo todavía en mente las sensaciones experimentadas en los alrededores del mercado de Tsukiji el primer día, nos decidimos a volver, esta vez sin Mami Oishi. El trasiego que ha hecho famoso al lugar empieza entrada la madrugada y finaliza sobre las ocho de la mañana. Conscientes de ello nos propusimos estar allí a las siete, pero calculamos mal el tiempo y no llegamos hasta pasadas las siete y media. Y efectivamente el mercado se tranquilizó sobre las ocho. El tamaño del lugar acongoja, así como  el número de personas correteando de un sitio a otro, llevando cajas o conduciendo lo que parecen bombonas de butano montadas en carretillas. Has de estar con todos tus sentidos alerta si no quieres acabar atropellado. Parece ser que el ayuntamiento, por los motivos de siempre, quiere trasladar este histórico mercado a las afueras. Espero que no lo consiga.
Foto: Interior del mercado.
Foto: Interior del mercado.
Foto: Trabajadores del mercado.
Foto: Moluscos gigantes.
Foto: Puestos de comida alrededor del mercado.
Foto: Puesto de comida fuera del mercado.
Foto: Unagi y hotate (vieira) a la brasa.
Tras desayunar una exquisita ración de unagi (anguila asada) nos dirigimos al museo Edo-Tokyo, donde se representan, a través de maquetas y piezas originales, las diferentes épocas de la historia de la ciudad. Para explicárnoslas se prestó voluntaria una anciana que hablaba inglés, o al menos eso creía ella. La señora estuvo dos horas chapurreando sobre samurais. El sitio fue interesante a pesar de ella. Dejémoslo así.

Acercándose la hora de comer nos dirigimos al barrio de Shinjuku, cuya estación de metro es transitada cada día por varios millones de personas. Y la verdad es que resulta un sitio bastante incómodo, ya que si no conoces bien tu destino puedes acabar desesperándote para encontrar tu salida.
Foto: Callejón especialidado en yakitoris (pinchos de pollo) en Shinjuku.
Una vez en la calle nos topamos con unos callejones de puestos especializados en yakitoris (pinchos de pollo). Aunque resultaban francamente atractivos acabamos optando por un restaurante cercano especializado en tempura (pescado y verduras rebozados). Más tarde comprobamos que era un local de reconocido prestigio en la ciudad. La tempura estuvo a la altura, y comerla en sus tatamis fue una agradable experiencia.
Foto: Entrada del restaurante Tsunahachi.
Foto: Interior del restaurante (tatami).
Foto: Tempura.
Ya al atardecer optamos por recorrer el barrio de Nakameguro, que es donde está nuestro hotel. Según nos han contado, este barrio está de moda en Tokio, algo que se percibe en las pequeñas tiendas y cafés de estilo europeo que ocupan ambos lados del río.

Siguiendo la recomendación del dueño de Federal, un encantador local de estilo australiano situado en los alrededores del mercado de Sant Antoni en Barcelona, fuimos a cenar al Higashi-Yama. Y resultó todo un acierto. Tanto el lugar como el personal estuvieron a la altura de una excelente comida. El precio fue algo elevado, aunque a nuestro entender estuvo justificado.
Foto: Entrada del restaurante.
Foto: Sashimi (pescado crudo) variado.
Foto: Ensalada de langostino y salsa de cacahuete.
Foto: Cazuela de pescado con verduras.
Foto: Disfrutando de udon.
Foto: Delicioso postre de coco y té verde.

Día 4: Sumo (13/01/2011).

Todavía algo tocados por el sake de la abuela de la noche anterior, decidimos acercarnos al estadio de sumo. Solo hay campeonato tres meses al año en Tokio, y hemos tenido la suerte de que uno de ellos es enero.
Foto: Entrada al recinto (banderas con nombres de los luchadores).
Los combates se prolongan durante todo el día, empezando las peores categorías y acabando las estrellas nacionales al caer la tarde. Es difícil apreciar todos los matices que hacen amar a los japoneses este deporte, sobre todo su condición de sagrado.  Aún así resulta un espectáculo digno de ver.
Foto: Presentación de luchadores.
Los luchadores se enfrentan en modalidad uno contra uno, contando tan solo con un  round. Es por ello que antes de empezar se tientan en varias ocasiones, aumentando la tensión en el estadio. El combate en sí no llega al minuto de duración, ganando aquel que consiga echar del círculo al oponente o que le haga tocar la arena con alguna parte del cuerpo diferente a los pies.
Foto: Comienza el combate.
Impactan los cuerpos de los luchadores, porque si bien sus tripas son enormes, no lo son menos sus músculos, sobre todo en piernas y brazos. Gordos para empujar, fuertes para aguantar empujones.  Antes del combate, comimos en los alrededores del estadio soba (fideos finos) y un plato de tempura. Resultó que el peculiar restaurante (parecía sacado del planeta Tatooine de Star Wars) estaba galardonado con una estrella Michelin. La relación calidad-precio fue excelente.
Foto: Restaurante Edosoba-Hosokawa.
Foto: Interior "Tatooiniano".
Foto: Soba.
Foto: Tempura de pescado y verduras.
Foto: Postre de gelatina, arroz y fresa.

Día 3: Akihabara, Ginza y Shibuya (12/01/2011).

Tras un más que merecido descanso, afrontamos con calma la visita a Akihabara. Elegimos para ello un miércoles por la mañana, avisados de las aglomeraciones de tardes y fines de semana. El barrio nos dejó un cierto sabor agridulce, ya que si bien estaban todos los ingredientes que conocíamos faltaba el espíritu que esperábamos.




Foto: Barrio de Akihabara.
Foto: Pastelitos de venta en Akihabara.
Visitamos las tiendas de electrónica, nos acosaron las falsas colegialas, disfrutamos con la abrumadora variedad de muñecos y objetos inspirados en animes y nos turbamos con el manga porno infantil. Pero aquello no llegó a funcionar del todo.
Foto: Más pastelitos (sin comentarios).
Foto: Akihabara de noche.
Para equilibrar un poco los sentidos visitamos un templo cercano, donde reconocimos las puertas que separan el mundo terrenal y el espiritual que aparecen en “El viaje de Chihiro”.
Foto: Templo en Akihabara.
Foto: Templo en Akihabara.
Ya al anochecer nos acercamos a Ginza, donde las sensaciones fueron opuestas a Akihabara. Allá donde esperábamos una suma de ejecutivos, tiendas de lujo y caros cafés encontramos personalidad, elegancia y un ambiente especial. Resulta curioso que los coches no hagan casi ruido al pasar por estas calles y que haya tantas tiendas de dulces, con un aspecto y un packaging difícilmente superables.
Foto: Barrio de Ginza.

Foto: Dulces en Ginza.
Este vídeo lo grabamos en una juguetería de Ginza (mono-hucha):




Foto: Entrada de la juguetería en Ginza.
Lo mejor del día vino con la cena. Justo cuando estábamos a punto de desistir sobre encontrar un sitio interesante en Shibuya, nos fijamos en un oscuro callejón al lado de las vías, tenuemente iluminado por unos viejos farolillos. Aquello fue como entrar en Blade Runner. Nos encontramos con dos callejones de casitas adosadas, cada una con un minilocal en su planta baja de no más de cinco metros cuadrados. Tras dudar unos instantes decidimos entrar en uno regentado por una anciana. Fue todo un acierto. La mujer nos dio de comer un extraordinario caldo de carne, verduras y patatas, así como otros platos típicos, mientras un señor bastante borracho intentaba comunicarse con nosotros en inglés desde el taburete de al lado. Al final se creó muy buen ambiente, con brindis por nuestra boda incluido.
Foto: Entrada al local de Shibuya.
Foto: Interior del local de Shibuya.
Foto: Tofu de Kyoto con salsa de soja y tapa de Wasabi.
Foto: Caldo casero.
Estoy seguro que fue uno de los momentos del viaje.